“Vivir la naturaleza de nuestro Ori, y comprender de una vez por todas que esa naturaleza es todopoderosa e inmortal.”
Agosto 1, 2013.
Para la mayoría de las personas, esos que viven sin armonía con la naturaleza de su alma, la muerte inesperada es un hecho terrible, ya que produce una enorme agonía. El sufrimiento surge por el mal hábito que el alma ha creado al transformar la percepción intelectual en sentimiento y magnificarlo.
La muerte natural, aquella que llega en la vejez o en el momento que el alma esté lista para desencarnarse, es exactamente igual a la caída de un fruta madura de su árbol, espontanea, sin la resistencia que muestra la fruta cuando esta verde en el momento que una tormenta u otra fuerza quiere arrancarla de su árbol.
En la muerte prematura –por enfermedad, accidente, tragedia u otras causas- el alma opone gran resistencia, entonces el cuerpo experimenta una intensa agonía. En esta lucha de la conciencia, en este sufrimiento y preocupación, la naturaleza del alma se siente engañada y finalmente se sumerge en la inconsciencia, a medida que acontece y se desenvuelve el proceso de la muerte, como si se tratase del comienzo de un sueño profundo. Erradamente según muchas personas, de diversas creencias religiosas, la indefensión del ser humano ante el proceso de la muerte constituye un castigo impuesto por Dios; cuando en realidad es el producto del auto generado mal habito del alma de estar identificada con el cambio, en lugar de considerar los cambios corporales como medios de expresión.
En conclusión, el miedo a la muerte que heredamos por la sociedad y la agonía de una muerte prematura (resultados de que el ser humano se identifico con los cambios físicos en lugar de verlos, como un testigo) son producidos por uno mismo, lo cual es una terrible infamia.
La muerte dolorosa ordinaria se evita comprendiendo que nuestro Ori tiene una misión en esta visita a la tierra, y que debemos de anteponer nuestro ser interno, nuestra alma, ante todos los apegos físicos y terrenales. Vivir la naturaleza de nuestro Ori, y comprender de una vez por todas que esa naturaleza es todopoderosa e inmortal.
Rafael Molina Oluwo Omo Odù Ifasemu