El cambio de dimensión de un ser querido es muy doloroso, a pesar de ser seres espirituales y guiarnos por los dogmas de los que unos llaman religión, otros vemos como las herramientas del universo para tener un buen destino, nos arraigamos a la materia, a la tierra y esto hace que nos olvidemos que el momento de la muerte es parte de la vida, es la continuación de nuestro destino, de nuestra alma. El que vea la muerte como la última parada del destino, simplemente no ha comprendido de que se trata la vida, si todo terminara allí, cuando el último aliento sale del cuerpo, simplemente no fuéramos seres espirituales, no creeríamos en dogmas religiosos ni tampoco en los secretos y claves que el universo nos ha puesto en nuestras manos para llevar una vida mejor, simplemente fuéramos unos atontados mentales. El dolor se va aliviando al entrar en razón de que todo no está perdido, y que tenemos un gran ser, que ahora más que nunca sabe a quién asistir y a quien seguir repartiendo su gentileza de ayudar tanto al extraviado como al mismo que creyó tener conocimientos, ahora más que nunca contamos con el gran maestro, el gran amigo, que por un tiempo no nos estrechara la mano, pero su presencia será innegable y de seguro a los que él sabe ahora mismo más que nunca fueron sus amigos, el espera allá en la otra dimensión para continuar con su gentil y noble labor, ahora desde las grandes esferas celestiales y no desde el ardiente infierno de los encarnados. Leonel Gámez el luto no existe, existe el extrañarle, y todos los que tuvimos la oportunidad de compartir no solo religiosamente con este sabio de la creencia Yoruba, sino, con el amigo leal y noble, nunca hasta que estemos de nuevo a su lado, dejaremos de mantener en tierra sus legados, los cuales no murieron, los cuales no podrá nadie ocultar, los cuales quedaron para la posteridad.