Sobre el código de Conducta y Ética religiosa que se comienza a evaluar…
Es una iniciativa que muchos aplaudimos, y nos unimos a impulsar. Lamentablemente como bien sabemos nuestra creencia, más que una religión, como han escrito muchos autores, es una manera de vivir, para mí una opción de fe demostrativa, con suficiente evidencia de cómo las acciones y hechos pueden ser fácilmente vislumbrados antes de convertirse en sucesos. No se trata de buscar un origen, el que se crea dueño de la verdad de nuestra creencia, sea tradicionalista o sea de la diáspora, sea anciano o sea joven, es el sacerdote más ignorante y desconocedor que puede existir. Los años de consagración, cuando hay estudio y dedicación, acreditan conocimientos, más no los títulos, los títulos se compran al mejor vendedor, sea blanco, indio, negro o mulato, el conocimiento verdadero se adquiere con sacrificio. Pero nuestra creencia o religión urge de un orden ético y moral, entre lo bueno y malo se ha perseverado y a la vez extraviado por el sistema de Ley Oral que se mantuvo en la religión. En tiempos antiguos este sistema Oral funciono muy bien, sin embargo, en la actualidad los medios de comunicación -principalmente el internet- han hecho que se desvirtué la realidad de nuestra religión, así mismo como se ha colaborado al intercambio y accesibilidad de conocimiento, que quizás muy pocos hubieran llegado sin él.
El internet ha servido a la proliferación de estafadores, farsantes y hasta de medio de terapia psiquiátrica de muchos sacerdotes y no consagrados, para poder expresar sus carencias dado a sus complejos, también para alimentar un ego enfermizo que solo detrás de los ordenadores pueden satisfacer.
Las leyes dentro de Ifá existen, igualmente dentro de la Oosa, lo primero que un sacerdotes debe de mostrar en la realidad de la vida ante la sociedad, sus familiares y seguidores, es la moral y las buenas costumbres, estas dos palabras encierran la ética de honestidad hacia la humanidad y hacia la misma naturaleza, que debe practicar cada sacerdote.
Nuestra creencia, como la mayoría, posee un factor que pone a prueba a los seres humanos, que es que en tiempos actuales la preparación verdadera conlleva a una inversión, tanto de tiempo, como de dinero, el conocimiento se adquiere con sacrificio, y los sacerdotes verdaderos, los honestos, sacrifican parte de su vida, de la misma forma como parte de su economía, para poder brindar la ayuda apropiada tanto a ellos mismos, a su familia, como a todo aquel que toque la puerta de sus hogares, que son sus mismos templos. El servicio de un Òlorìsà o un Bàbáláwo debe de ser retribuido de manera justa, sin abusos de ninguna de las partes, el sacerdote honesto y correcto sabe bien el valor de su trabajo, de la misma manera identifica quien de verdad no puede retribuirle económicamente su labor, y de la misma forma le tiende la mano.
Ciertamente, aquí no existen los Òrìsàs encarnados, cada sacerdote es un ser humano en crecimiento o en deterioro, todo según como sea su conducta, por lo tanto no debemos de esperar encontrarnos con un santo encarnado, ni muchos menos con un ser perfecto, pero eso sí, debemos encontrarnos con un guía honesto, correcto, ávido de moral y de buenas costumbres.
No es el caso hablar de sacerdotes buenos o malos, caemos en lo mismo, buenos y malos hay en todas las religiones, pero ya en estos tiempos no podemos esperar que los preservadores de las leyes orales sean la vez los preservadores de los códigos de conducta y comportamiento, hace falta que haya una guía sustentada textualmente sobre lo debido e indebido.
Sé que a muchas personas no les hace falta un código de conducta y ética, todavía hay un grueso grupo que mantiene la buena educación y formación familiar y religiosa, pero lamentablemente no es esa la que destaca, por lo tanto hace falta que sea plasmada en un libro accesible para muchos que realmente pudieran estar desorientados en su proceder.
Rafael Molina Oluwo Ifasemu.