En nuestro camino de vida, esta a veces nos regala la presencia de una persona que nos marca positivamente en muchos aspectos y al que tenemos la suerte de conocer. Una persona que su sola presencia irradia tantas cosas, que todo el que comparte con ella, se siente en profunda paz.
Cada palabra pronunciada, cada gesto, cada enseñanza, queda en nuestro corazón y llegan a formar parte de nosotros mismos. Pero llega un momento en la vida, en que esta deja de regalarnos, solo para comenzar a quitarnos. Cuando llega la muerte lloramos con dolor. Cuando llega la muerte lloramos la pérdida de nuestros seres queridos. Cuando llega la muerte, nos afligimos tendidos sobre los recuerdos que compartimos con ellos. Luchamos por seguir adelante y rezamos para tener fuerza, con la esperanza de que mañana será un día mejor. Cuando llega la muerte reflexiono sobre por qué estas cosas deben suceder ¿Cómo aceptamos estas cosas que no podemos cambiar?
Nuestros seres queridos viven en nuestros corazones. Imaginamos sus rostros, ya que esto alivia el dolor del espacio vacío dejado aquí en la tierra, donde sus cuerpos fueron alojados una vez.
Cuando la muerte llega sin previo aviso o notificación, el dolor es penetrante, como un cuchillo que pretende llegarnos al corazón. Cuando la muerte llega, es amarga, es fría, y no es bienvenida, pero la realidad es que cuando llega, un terrible dolor viene junto con ella. No hay palabras que puedan suavizar el impacto repentino de su llegada sin invitación.
Aun no puedo entender por qué te tuviste que ir tan rápido, Abure Mi. Me queda el consuelo de que parte de ti seguirá viviendo en nuestros corazones, eso me alegra muchísimo, porque cada enseñanza que diste, será guardada como un valioso tesoro. Te voy a querer para siempre, vales mucho. No hay palabras para expresar lo que tú has significado para tanta gente, solamente hay miles de corazones llenos de ese amor por Ifá que tú nos diste.
A los que estamos aquí, tu familia, tus ahijados y tus amigos, solo nos queda dar gracias a este gran hijo, hermano, amigo, por darnos la oportunidad de compartir cada momento en el cual nos enseño lo valiosa que es la vida. Aún con el dolor inexorable que enfrentamos, no nos queda otra alternativa que erguirnos y ser fuertes, porque muchas veces cuando se es parte de una familia, no podemos derrumbarnos. No podemos caer por el dolor, pues arrastraríamos a otros que también amamos y que también sufren como nosotros por la pérdida física de quien se marcha.
Bien sabido es que no se supera la muerte, pero aprendemos a vivir con la ausencia de nuestros seres queridos, con la melancolía que aún después del paso de tiempo nos asalta y nos lastima. No se pueden explicar los sentimientos que provoca la partida de alguien a quien amamos, menos aún cuando la muerte se presenta de improviso. Nos enfrentamos a un mundo nuevo, a una vida que no nos imaginamos que existía, nos enfrentamos al camino que desde ese momento debemos recorrer sin aquel a quien tan amamos y que ya no está.
Vete tranquilo abure, que nosotros, con dolor en nuestras almas, te dejamos marchar y espéranos en donde tú siempre preferías estar: EN EL SILENCIO. Te decimos adiós y aunque queda un espacio vació que nadie puede llenar en nuestros corazones, nadie te podrá olvidar porque es ahí donde vivirás por siempre.
Tu hermano se siempre,
Águila de Ifá