“Siempre se ha creído que existe algo que se llama destino, pero siempre se ha creído también que hay otra cosa que se llama albedrío. Lo que califica al hombre es el equilibrio de esa contradicción.”
Gilbert Keith Chesterton
El mal nos brinda un contraste que nos permite reconocer y experimentar el bien. Donde quiera que se manifieste la creación también existirá el mal. Si escribiéramos un mensaje con tiza blanca sobre un pizarrón blanco, nadie lo podría leer.
Por lo tanto, sin el oscuro pizarrón del mal, las cosas buenas y positivas del mundo no se pudieran apreciar y destacar en lo absoluto. Un ejemplo que podemos citar es el de Judas, quien fuese el mejor agente publicitario de Jesús; mediante su malvado acto de traición Judas hizo a Jesucristo famoso. Jesús conocía el papel que debía de desempeñar, así como todo lo que le ocurriría, todo con el fin de demostrar el amor y la grandeza de Dios, pero para esto hacía falta quien hiciera el papel de villano para esa escena.
Muchas personas en el mundo afirman que Olódúmáré –Dios- no conoce el mal, debido a que no pueden argumentar como el creador supremo permite que exista la injusticia, asesinatos, robos, traiciones, enfermedades, miseria, entre otros muchos flagelos que vive la humanidad en la tierra. Si Dios es el creador supremo, el que dio el origen de todo, ¿Cómo no creo las cosas malas?, ¿Cuál es el origen de la maldad, de la codicia, del odio, de los celos, de la envidia, de la ira…? ¿Quién creo las tentaciones, los nombrados pecados capitales? Ciertamente el hombre es el que pone en práctica todas estas cosas nefastas, cuando él no es el que las ejecuta, es en su cuerpo y alma donde causan su efecto, el hombre jamás las hubiera experimentado si no hubieran sido previamente creadas.
Lo cierto es que realmente encontramos el mal en el mundo, y quien si no es el creador supremo el que lo invento, Dios. El mal nos brinda el contraste que nos permite reconocer y experimentar el bien.
Olódúmáré tuvo que contar con Èsù para la creación de la tierra, para nosotros, Èsù es esa deidad que da el balance energético del universo, así como la obra de Dios positiva, su divinidad, se encuentra en cada cuerpo humano clasificado por Ifá como Ori, en un idioma universal visto como el alma con memoria interna, así mismo Dios permitió a Èsù ingresar en los seres humanos, exactamente detrás de la nuca, lo que llamamos sacramente en Ifá, “Èsù ni pako”, para dar un balance energético a las personas, ese Yin y Yang que mencionan los asiáticos, esas dos mitades que en armoniosos niveles hacen que cumplamos nuestro destino trazado en el cielo por Olódúmáré.
El libre discernimiento es uno de los privilegios que tiene cada ser humano en la tierra, discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto o incorrecto entre los caminos decisivos que cada uno debemos de elegir.
Es difícil saber dónde está la línea divisoria entre el bien y el mal. Es terrible que las enfermedades maten 57 mil millones de seres humanos por año, pero pensemos en el caos que habría por superpoblación si no existiera la muerte. Si todo en la tierra fuera bueno y perfecto nadie quisiera abandonar el planeta; nadie querría retornar a Dios. Por lo tanto en cierto sentido, la desgracia es nuestra mejor amiga, porque muchas veces nos motiva e impulsa en buscar a Dios.
Cuando comenzamos a ver con claridad las imperfecciones del mundo, comenzamos a buscar la perfección en Dios, cada cual escoge la manera que considere más apropiada para llegar a él y conocerlo. Cada cual elige una religión o una creencia, que no es más que una de las ramas del árbol cuyo tronco es Olódúmáré, el creador.
Lo cierto es que Dios no utiliza el mal para destruirnos, sino para que en este mundo nos desengañemos de sus juguetes y podamos así llegar a él.
Esta es la razón por la cual Olódúmáré permite las injusticias y el mal. Seguramente muchos le han reprochado: “Dios, tu nunca has sufrido; siempre has sido perfecto, ¿Cómo sabes lo que significa el sufrimiento?, sin embargo, nos haces pasar por todas estas pruebas. Nosotros n o te hemos pedido nacer como mortales y sufrir…” (A Dios no le importa que discutamos con El, es muy paciente). Y Dios seguramente responde: “No necesitas seguir sufriendo, les he conferido a todos el libre albedrio para elegir el bien en lugar del mal, y así volver a mi”.
El mal no es más que la prueba que nos hace Olódúmáré para evaluar si lo elegimos a Él o elegimos sus regalos. Por la noche cuando cesa nuestra actividad, nos transformamos en seres divinos, pero durante el día, nos convertimos –no todos nosotros, pero si una gran mayoría- en demonios. ¿Por qué no vivimos en sintonía con Dios durante el día?, hagamos el bien y elijamos el bien, de ese modo no conoceremos el miedo ni el mal. Sabemos que es fácil decirlo, pero difícil de practicar, sin embargo consideremos que debemos de comenzar antes que sea tarde.
El mal es algo que no deseamos, se parece sin embargo a los dulces envenenados, que son agradables al paladar. En nuestra alimentación estamos tentados a comer demasiado e ingerir alimentos inadecuados; luego comenzamos a engordar por aquí y por allá, precisamente en los lugares que no deseamos. En respuesta a nuestras acciones equivocadas, la Naturaleza se desquita y parece burlarse de nosotros todo el tiempo. Este es un mundo cómico, pero el resultado de nuestras acciones erróneas no nos parece divertido, por ese motivo muchos hemos discutido con Dios y le hemos dicho cosas como: “¿por qué has creado todas estas tentaciones para que suframos tus hijos?, ¿Por qué lo más malo, lo más dañino es lo más placentero? Bien, ese es el truco de Olódúmáré: Si vamos a actuar como necios merecemos sufrir.
No existe la perfección en el mundo, es posible que encontremos algún pequeño y efímero placer, pero en general hallaremos sufrimiento e injusticia. El dolor es una manifestación del cuerpo humano para alertar de que algo en el no funciona bien. Sin embargo cuando llega el dolor del cáncer, no existe razón aparente para ello, el que lo padece no encuentra alivio a su dolor y no sabe por qué pasa por eso. Hay quienes necesitan dinero y no pueden conseguirlo, y quienes no lo necesitan y consiguen siempre mucho más. Los que tienen mucho dinero quieren aun mucho mas, y los que nada poseen quieren solo un poco, pero ni siquiera eso pueden obtener. Hay personas muy saludables, mientras otras viven enfermas, pero la salud o la enfermedad no son factores determinantes para decir si somos felices o no, es nuestro estado mental el que nos hace felices o infelices. San Francisco de Asís sufría la mayor parte del tiempo con sus estigmas, y sin embargo sanaba enfermos y se sentía plenamente feliz.
Es preciso e importante aprender a vivir sin los apegos a este mundo, sin hacemos el bien, si aprendemos a servir a los más necesitados, si aprendemos a dar a los demás, seguramente Dios nunca dejara de darnos lo que realmente necesitamos en nuestras vidas.
Por Rafael Molina Oluwo Omo Odù Ifasemu para Fraternidad Ifá de las Américaswww.fraternidadifa.com y la Sociedad Águila de Ifá.